

Desde que tiene uso de razón ha estado conviviendo con las paletas o «badilejos», el cincel, las carretillas, andamios y otra serie de útiles algunos ya incluso en desuso.
Hoy hablamos con Jacob Escobar Acedo, arquitecto, como se suele decir, «los dientes le crecieron viendo a su familia a pie de obra», día tras día, familia con generaciones dedicadas a la construcción y que ha dejado su huella en muchas de las construcciones de la localidad.
Comenzamos esta charla, Jacob me imagino que desde muy pequeño tendrías claro a que dedicarte, ¿no?
JACOB - Tengo que decirte sinceramente que no. Precisamente hace unos días paseando con mis hijas me preguntaron esto mismo, y les dije que no, que de niño me dediqué a ser niño y, como mucho, en cierta ocasión me pasaba por la cabeza alguna profesión que igual un día era médico, como otro día era maestro, otro comerciante, … y por supuesto también albañil. Pero jamás arquitecto, no sabía ni qué era eso de la Arquitectura, aunque tengo que reconocer que, por la cercanía, siempre tuve cierto apego por el oficio de la construcción.
Que fue lo que te llevó ya de mayor a enfocar tus estudios hacia esta disciplina
JACOB – En este sentido fueron determinantes los veranos que durante la época del bachillerato pasé trabajando con mi padre. La culpa de ir fue mía porque aprobaba todas las asignaturas en junio y a mi padre nunca le parecía bien que pasase todo el verano «dando bandazos» por el pueblo sin hacer nada. Por tanto los meses de julio y agosto los pasaba con él y su cuadrilla en la obra, haciendo todos aquellos trabajos básicos que me pedían. Nunca trabajé como oficial pues nunca he tenido ni el atrevimiento ni el conocimiento para ello, así que me dedicaba a cribar arena, coger las juntas de los azulejos, a veces a hacer la mezcla, en definitiva, lo que podría llamar el «auxiliar del peón albañil», pero esos años me sirvieron para realizar una observación y experimentación muy directa acerca del mundo de la construcción, especialmente en el ámbito rural, en nuestro pueblo y su entorno.
Como recuerdas tu etapa universitaria
JACOB – Los inicios fueron de mucho respeto hacia la carrera de Arquitectura. Desde mi entorno mas cercano siempre me llegaban mensajes de que era una carrera muy difícil y así la abordé en el inicio del primer año, pero enseguida me di cuenta de que era una carrera normal en la que, eso sí, quizás había que dedicar más horas de tu día a día a trabajar, pues eran innumerables y muy laboriosos los trabajos prácticos que había que entregar. Aún así, por supuesto, siempre tuve tiempo para salir, divertirme y realizar la vida normal de cualquier universitario.
Una vez ya dentro de la carrera, ¿en algún momento dudaste de que habías elegido la profesión de tu vida?
JACOB – No, pero si me di cuenta de que esto de la Arquitectura no era solo diseñar edificios. Es una profesión que me entusiasma, pero no en todas sus facetas. Vi que podía dedicarme al urbanismo o a la edificación y dentro de ello a una enorme multitud de trabajos distintos. En este sentido he de decir que no lo tenía lo suficientemente claro. Esas eran mis dudas.
Sales ya con el título, y como empiezas a enfocar tu vida laboral
JACOD – Decidí empezar a trabajar «por libre», por mi cuenta, lo que hoy hubiéramos llamado un «freelancer», un autónomo en definitiva. Como le tengo mucho respeto al desarrollo de cualquier profesión, aunque empecé de esta manera, he de decir que siempre intenté asesorarme ante las mayores dudas a través de compañeros, profesores, en resumen toda aquella gente de mi entorno laboral que muy amablemente siempre se prestaban a ello. Aprovecho si me lo permites esta entrevista para agradecérselo públicamente, además considero que el conocimiento debe ser algo en continuo crecimiento y compartido dentro de la profesión sin esperar ningún tipo de contrapartida, solamente con la esperanza de poder contribuir en la mejora de la materialización de nuestros encargos profesionales.
Y en esos inicios de tu profesión que te aportaba el «maestro Emilio»
JACOB – Pues con mi padre he de reconocer que hemos tenido nuestros conflictos, aunque también he de decir que han sido de poca importancia. Con él y otros profesionales del gremio tuve que hacer un encaje inicial entre la teoría aprendida y la experiencia de ellos, adquirida durante muchos años de profesión, pero lo resolví enseguida gracias a aquellos veranos que pasé trabajando con mi padre en la obra. Yo tenía claro que, como dicen los albañiles, «el papel es una cosa y la obra otra», aunque también digo que siempre he luchado por defender aquellos conceptos básicos de los que estaba y estoy plenamente convencido. De ahí los citados conflictos. Y por supuesto quiero agradecerle a mi padre todo aquello que se empeñó en enseñarme incluso, como él decía, «aunque luego me dedicara a otra cosa». En esta enseñanza por encima de todo quiero recalcar los valores del esfuerzo y la constancia en el desempeño de cualquier trabajo a realizar.
Antes comentabas que la profesión de Arquitecto ofrece una diversidad de opciones laborales, ¿en algún momento te has planteado o te planteas dirigir tus pasos hacia una parte concreta de la profesión?
JACOB – Sí, hace pocos años me lo planteé. Cuando acabé la carrera y decidí trabajar por mi cuenta pensé que todo sería un camino de continua realización de proyectos de nuevas edificaciones, (viviendas, etc), pero al igual que durante la carrera, seguía echando de menos tanto la formación como la opción de poder trabajar en el ámbito del Patrimonio Arquitectónico, y no solo me refiero a los grandes monumentos de nuestra antigüedad, sino también a nuestra arquitectura doméstica tradicional, nuestra arquitectura vernácula, y por ello decidí especializarme, en la medida de lo posible, en esta materia. A lo largo de los años y hasta el día de hoy fui sintiendo que aquí se hallaba mi verdadero gozo en el desarrollo de esta profesión. Han sido varios los encargos que en este campo he tenido la suerte de desarrollar y he de decir que en todos ellos me he sentido muy privilegiado por poder participar en ellos, eso sí, como un eslabón más en la cadena de «la historia de los mismos».
Hablabas de que te sentías un privilegiado al poder intervenir en estos bienes, ¿de qué proyectos estamos hablando?
JACOB – El primero de ellos fue el de la reconstrucción del «Pilar de los Cuatro Caños» en Hornachos, una intervención con un trabajo de investigación previo que nos permitió llegar a realizar y materializar la propuesta de la recuperación de esta fuente y en el que tuvimos incluso la suerte de encontrar la base de una antigua fuente mudéjar anterior a la fuente existente. Es de estas cosas emocionantes, más del terreno de la Arqueología que de la Arquitectura, que te suelen sobrevenir sin esperarlo. En ese sentido siempre he sentido una enorme pasión y respeto por el trabajo de los arqueólogos, creo que son los mayores privilegiados en estas actuaciones pues, junto con los albañiles, son los primeros en ver los bienes del pasado que aún permanecen ocultos. A continuación pude llevar a cabo encargos de la misma índole como la restauración del Pilar de Palomas, del Lavadero de la Fuente de los Moros, de la Fuente de los Cristianos, la redacción del proyecto para la candidatura del premio Comunidad Sostenible UNESCO Extremadura 2019 (que afortunadamente se pudo ganar), y a partir de ahí también encargos para la restauración de iglesias en otras localidades, incluso de colaboraciones con otros estudios para desarrollar proyectos en otros lugares de nuestra geografía. Todo ello dentro de un continuo impulso por seguir ampliando conocimientos que llegará hasta el momento que me muera ya que nunca se sabe lo suficiente, siempre hay algo que nos falta por aprender. Espero que lo de morirme sea dentro de mucho, mucho, mucho tiempo y a ser posible encima (no debajo) de alguna bóveda o algo parecido. Me gusta mirar a la vida y a la muerte un poco al modo de Berlanga.
¿En qué proyecto andas ahora metido?
JACOB – En la consolidación inicial de nuestro castillo, el «Castillo de Hornachos», y aprovecho la ocasión para agradecer al Ayuntamiento de nuestro pueblo la confianza que han depositado en mí al invitarme a tener la opción de participar en una actuación de similar envergadura. Se trata de uno de los proyectos más apasionantes que uno se puede encontrar en su vida laboral, y ¿por qué no decirlo?, también en la vida personal ya que para mí, como hornachego, este encargo trasciende lo meramente profesional pues en él confluyen vivencias desde que uno era un niño a la vez que todas aquellas miradas que como arquitecto uno puede realizar sobre este conjunto. Actualmente, llevamos una semana de trabajos en la «Torre-puerta de acceso por la zona sur», y ya ha sido de enorme emoción el hecho de haber podido encontrar ya la altura de la portada original. La intervención consiste en realizar la consolidación estructural de la torre y otros elementos para evitar su derrumbe, que se hayan actualmente en muy mal estado de conservación. Ya que hablo de este proyecto quiero aprovechar para insistir en la enorme trascendencia de todo aquello que se descubra en este conjunto, pues se trata de una intervención en uno de los monumentos mas representativos de nuestra localidad, o sea, en uno de los monumentos que más nos identifica como hornachegos. De ahí la enorme responsabilidad que siento al hallarme inmerso en el desarrollo de esta intervención.
¿Crees que Hornachos o pueblos similares de nuestro ámbito comarcal tienen muchas cosas que mostrar en relación a la arquitectura de su pasado?
JACOB – ¡Por supuesto, sin ninguna duda! Es realmente increíble la cantidad de cosas que se pueden descubrir cuando uno indaga en lo más profundo de nuestro pasado. Estamos acostumbrados (y esto es algo de lo que siempre intento hacer una crítica constructiva) a mostrarnos como pueblo hacia el exterior a través de las fotos fijas de nuestro patrimonio, aquellas que nos identifican, pero como objetos inertes que permanecen totalmente invariables a lo largo del tiempo y que parecen intocables. Y esto no debe ser así ni para lo malo ni para lo bueno.
El patrimonio también se deteriora y por tanto debe existir siempre por nuestra parte un deber de conservación e incluso de intervención siempre y cuando se haga con los criterios adecuados. Pero además de lo fijo, ese patrimonio encierra una enorme cantidad de conocimientos que no sacamos a la luz y no aprovechamos convenientemente. Hablo de técnicas tradicionales de construcción, de materiales usados antiguamente que hoy día vuelven a estar «sobre la mesa», de procesos constructivos, etc., de los que se puede aprender mucho.
Hablo del mundo de la construcción en tierra (como ejemplo la cantidad de tapias que tenemos en nuestro entorno), del mundo de la construcción abovedada (elementos arquitectónicos de enorme belleza que tenemos en muchas de nuestras casas), del mundo de la construcción en ladrillo (con muchos ejemplos preciosos, sin ir más lejos nuestra Iglesia Parroquial),… que estudiados a fondo muestran una enorme sabiduría fruto de una evolución continua, de un perfeccionamiento derivado del método ensayo-error para conseguir los mejores resultados.
Pues bien, Juan, te invito a entrar en Facebook y busca perfiles de Bioconstrucción, Artes y Técnicas tradicionales, etc., y verás la cantidad de cursos y la cantidad de personas que hoy día buscan conocimientos, ejemplos y profesionales que les puedan enseñar una forma de hacer más sostenible y con criterios para realizar buenas intervenciones, … ¡y lo más gordo es que aquí los tenemos!
¿Conocimientos y ejemplos? Te vienes conmigo a verlos y necesitarías olvidarte un año de tu trabajo para dedicarle el suficiente tiempo a ello. ¿Profesionales? Afortunadamente el gremio de la construcción siempre ha sido uno sector potente dentro de nuestra economía y de nuestra sociedad y por suerte sigue habiendo muy buenos profesionales, buenos albañiles, en nuestra localidad.
Y por supuesto que no hace falta decir que esto es extrapolable a cualquier otro elemento de nuestro patrimonio. Por ejemplo la agricultura y la artesanía tradicionales encierran muchos conocimientos que podrían ser aprovechados. Nuestro arte rupestre ofrece un potencial enorme.
En resumen, hablo de que hoy día en muchos lugares del mundo se sale del inmovilismo, de la foto fija y eterna, para trabajar con modelos y metodologías más dinámicas que permiten realizar una puesta en valor patrimonial que contribuye como motor de desarrollo de los pueblos. Y ojo, que no hablo solo del aspecto económico, sino también en la vertiente social, tan necesaria para la lucha contra la despoblación.
Pero «lo tradicional» se está perdiendo cada vez más, o al menos es la sensación que existe en la calle.
JACOB – Tienes parte de razón, es muy triste, pero es una realidad. A lo largo de muchos siglos se ha realizado un continuo trasvase de conocimientos entre generaciones de trabajadores, fueran de lo que fueran, pero la dinámica del mundo globalizado en el que, unos más y otros menos, hemos aceptado vivir, tiene unas reglas de juego que nos han permitido acceder a muchos bienes antes inalcanzables pero que por otra parte han cortado esa transmisión, debido a la desaparición de profesiones, a los cambios de los materiales a utilizar, etc.
Pero, en mi opinión, hay que tener cuidado con las nuevas formas de vida y de trabajar, pues desde que existen no ha pasado el suficiente tiempo (y hablo de muchos años) para contrastarlas adecuadamente y estar seguros de que serán sostenibles a lo largo del tiempo.
Sin ir más lejos, actualmente estamos viendo la situación en que nos encontramos en cuanto se nos toca el precio del gasoil. Por ello, sin renunciar a un progreso sostenible (pero sin el manoseo y el postureo con el que se usa la palabra «sostenible» hoy día), no debemos de perder el conocimiento de toda aquella sabiduría de nuestra tradición que nos ha llegado como fruto de una evolución y que sí ha sido contrastada continuamente a lo largo de muchos siglos.
En este sentido creo que sería muy interesante la creación de una Escuela de Artes y Oficios Tradicionales en Hornachos, que ayudara a proteger y divulgar esta tradición y que, en la medida de lo posible, la incorporara al mundo profesional actual. Incluso si no fuera de aquí, pensaría que es Hornachos un bello y adecuado lugar para venir a aprender, a conocer y a sentir.
Agradecerte Jacob el darme la oportunidad de acercar a nuestros vecinos y lectores un poco más todo lo referente a tu profesión, y todo lo que conlleva las diferectes actuaciones de rehabilitación del patrimonio en las que estás inmerso.
JACOB - Para mi también ha sido un verdadero placer, y agradecido también por la oportunidad que me has dado.
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