Hoy tenemos con nosotros a Nemesio Frías Palanco …»Misionero», tras 23 años en Zimbabwe , y que vuelve a la diócesis de Mérida Badajoz, en los preámbulos nos dice que Africa te atrapa, REMUEVE CONCIENCIAS, a pesar de que muchas veces «no sea fácil las situaciones que vives allí cada día», esas que te queden «tocado de por vida», y no sea «fácil sacarla de tus entrañas».
Sí… es cierto que ya se queda uno enganchado en África, y concretamente en Zimbabue, porque vivir con las personas siempre te engancha, sobre todo cuando te das… Entonces, particularmente, yo lo he vivido así.
Todos los hornachegos conocemos a Nemesio Frías el «Misionero», durante 23 años decidió que su «misión estaba en países del tercer mundo», y cogió «una mochila», llena de «ilusión, trabajo y fuerza», para darse a los «demás», dejo una vida «cómoda», a su familia, a sus feligreses en Jerez de los Caballeros y los Valles y por fín dio el paso de iniciar una andadura fuera de su tierra.
A ver en la historia viene desde atrás. Yo, siendo un niño, sentía una inquietud, y esa inquietud fue creciendo en el seminario y como sacerdote. y llegó un momento determinado donde me pareció que había que dar el paso, así que lo di. Y es cierto que lo hice en un ambiente digamos feliz, de entrega pastoral en Jerez de los Caballeros. De alguna forma pensé que si estaba bien en Jerez, pues, por qué no iba a estar bien en otro sitio
¿Cómo fue ese proceso?
En el diálogo discernimiento personal con otras personas y, especialmente, con el obispo, que entonces era don Antonio Montero Moreno, fui viendo cómo el Señor ya me pedía salir de la diócesis. Ya se lo había dicho claramente un año antes de salir, para que fuese haciendo los cambios que viera oportuno entre los curas, y a finales del curso 96-97 fue él mismo el que me preguntó si ya había hablado con los misioneros y empezado a organizar mis cosas. Me despedí y me fui a Madrid para empezar la preparación para ir a misiones.
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Me imagino que algo que te empujó fue el que tu familia, «mas o menos la tuvieras ya ubicada». Como fue ese momento de decírselo a ellos, sobre todo a tus padres
Pues sí, tengo que confesar que algo que determinó mi salida en el tiempo fue tener a mis hermanas casadas, ya con su familia, y con una cierta tranquilidad en casa… Creo que el disgusto más grande que he dado a mis padres en toda mi vida fue cuando les dije que ya sí que salía de Jerez y que me iba a preparar para salir a misiones.
Primero estas en Inglaterra y después te marchas a Zimbawe, porqué este país y no algún país sudamericano que a lo mejor la barrera del idioma ya era algo que llevabas ganado».
Para entender lo de Inglaterra y de Zimbabue hay que remontarse un poco a la situación de que el clero diocesano en España, entre otras, tiene una institución que se llama Instituto Español de Misiones Extranjeras, IEME, que facilita tanto la salida de España como la inserción en los países que llamamos de misión. Lo de ir a Zimbabue tiene que ver con que allí había otro misionero de nuestra archidiócesis, Serafín Suárez Hidalgo, de Ribera del Fresno. Al obispo le dije que me atraía África, y que si era capaz de aprender inglés me gustaría irme para allá. Después de un tiempo de formación en Madrid, ya sabiendo que quería ir a Zimbabue, mis compañeros me dijeron mejor que estudiase inglés en Inglaterra, para centrarme en la lengua. Al año siguiente volé para Zimbabue.
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También tenía la oportunidad y la atractiva salida a América, concretamente a Perú, donde estaban varios compañeros que también estaban realizando una tarea impresionante, que aún continúa allí…
Que recuerdos tienes de tu aterrizaje en este país africano
No sé si al final uno va haciendo como un recuerdo selectivo de lo que ha vivido… quizá sea un comienzo de Alzheimer, jejeje… Me acuerdo relativamente de poco. El aeropuerto, pequeño… los árboles y ramas con el estilo de los de las películas de África, de la sabana, con ramas que se extienden horizontalmente… la ciudad de Bulawayo, segunda del país, con un centro donde las calles se veían trazadas como papel cuadriculado, y que aunque tenía 1 millón de habitantes había muy pocos edificios de varios pisos …
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Te llamarían muchas cosas la atención cuando pones el pie en el aeropuerto de Bulawayo, la segunda ciudad del país, pero si tuvieras que quedarte con alguno de ellos que destacarías
¡Hombre!, lo que más me llamó la atención cuando llegué, aparte de la acogida de los compañeros y de algunas personas que me hablaban en inglés, es que por donde iba pasando lo que encontraba era gente de color, como decimos, gente de piel oscura, mucha gente andando, mucho colorido en las ropas… cosa a la que no estaba yo muy acostumbrado, incluso aunque hubiese estado un año en Londres…
Tus primeros días, y tus primeras semanas como fueron allí
El misionero cuando llega se pone rápidamente manos a la obra. Los compañeros misioneros te acogen y van acompañando a diferentes misiones, te van presentando a otras personas con la que puede ser que trabajes, te dan material para leer y profundizar en lo que conoces, para que te acerques más a la idiosincrasia de los pueblos que allí habitan… Y a la vez vas conviviendo con ellos durante unos días, tiempo que aprovechas para ver, oír, preguntar, etc., mientras disfrutas de cada novedad: en la forma de vivir, en costumbres, en cómo celebran su fe, en saber de qué viven, cómo y en qué trabajan… De alguna forma vas haciendo un camino introductorio, entre otras cosas también para no meter la pata por no cuidar y respetar costumbres, porque puedes pensar que lo que sabes hacer en España se puede hacer igualmente en todos lados…
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Después de ir conociendo un poco las diferentes misiones, en fin, lo que hacemos como opción, concretamente allí, es que hay que aprender al menos una lengua local, para comunicarte con la mayor parte de la gente de la zona donde vives. Así pues, un par de meses después de llegar me puse con la gramática ndebele… luego, yendo a la escuela primaria, para hacer oído y convivir con la gente… Un momento intenso fue el que viví, en el mundo rural, entre chozas, con una familia fabulosa, durante un mes y medio, conviviendo con esas personas y la vecindad, a la vez que intentaba soltarme algo con la lengua. De sea familia adquirí el que desde entonces es mi apellido allí, donde me conocen como el father, padre, «Moyo». «Moyo» es uno de los apellidos locales, que se traduce por «corazón»… Después de esa etapa, ya me fui metiendo poco a poco en la tarea pastoral, como la llamamos, contando con algunas acciones que a veces parece que son de ONGs, pero que tienen que ver también con el servicio a la gente con la que vivimos, y hechas desde la fe… La primera tarea fue en la Misión de Jotsholo. Después, en la que abrió Serafín, en Dandanda… Etc.
Como era tu día a día, que realidad te encuentras
Es muy difícil poner como un horario, así, fijo. No es fácil hacerlo en un mundo rural, con 20 o 30 lugares que tienes que atender, con unos 35 o 40 km a la redonda, con las diferentes actividades que van desde la atención personal hasta encuentros de toda la misión en puntos concretos de la misma, pasando varios días haciendo cursillos o encuentros de formación, a veces en sitios sin electricidad y con unos recurso muy limitados… Desde las 4'30 de la mañana, para irse levantando, hasta las 10 de la noche, da tiempo para todo. En el centro de la misión comenzábamos con la oración de la mañana a las 5'40. A las 6, Misa. Después del desayuno, la tarea puede estar esperándote en cualquier vecino que reclama tu atención o ayuda, o preparando u organizando con líderes o catequistas las actividades… Comida a las 12'30, aunque el horario no lo marcan las horas, sino la gente y las necesidades… Al caer de la tarde, después de una vueltecita para estirar las piernas y la oración, la cena la teníamos hacia las 7… Los domingos son días especiales, con el centro en las celebraciones de la Misa, que disfrutamos durante dos horas, si no más, en cada encuentro, y que suelen ir acompañadas con una comida casera local compartida al acabar la o las ceremonias… No quiero aburrir al personal, pero por allí hay tiempo para no aburrirse con las cosas que se hacen.
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Como planificabas tu labor apostólica, y tu trabajo diario porque no nos olvidemos que allí hacías trabajos de todo tipo para aquellas comunidades.
¿Para programar? En esta última etapa, por ejemplo, vivía con un sacerdote local, de Zimbabue, y lo que hacíamos normalmente era que programábamos con mes o mes y medio de antelación las actividades, contando con lo que se iba haciendo con la gente que eran responsables de algunas de dichas actividades. Veíamos las salidas a los puntos de encuentro o comunidades de la misión, que eran 18; los encuentros con líderes, catequistas, coordinadores de Cáritas o de Justicia y Paz u otros grupos; otras actividades en la escuela primaria que teníamos en la misión, con sus 700 alumnos; también si se tenía algo con la clínica, más bien dispensario, que atendía a gente que vivía a más de 10 km.; también se marcaban las reuniones y celebraciones a nivel de zona, arciprestazgo y diócesis, para cualquiera de las tareas que teníamos… Etc., etc. Esto lo poníamos en un papel y lo pasábamos a todas las comunidades que formaban la misión. Los teléfonos móviles actualmente a veces también servían, pero no eran demasiado de fiar, por la poca cobertura, porque no se pagasen las cuotas, porque no tenían posibilidad de recargar la batería, etc.
Y, después de esto, a andar, a ir en coche, a apuntarse en alguna aventura yendo en una de las mini-furgonetas-taxi, y realizar la tarea… si el tiempo y los medios lo permitían
Cada vez tenías mas y mas comunidades que ibas atendiendo según ibas priorizando, alejadas muchas de ellas por cientos de kilómetros, muchas veces con situaciones de lluvias extremas, como llegabas a esas comunidades
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En la época de lluvias, a veces no podíamos ni movernos… Y a nuestra gente le pasaba igual, así que a veces no se realizaba la actividad programada. Pero eso podía ocurrir a veces si el coche se estropeaba. En algunos encuentros, no importaba, digamos, si no llegaba el cura, porque los líderes sabían perfectamente qué hacer. En el caso de alguna Misa programada, y como ya están más que acostumbrados, si no estaba el sacerdote pues celebraban una Liturgia de la Palabra, y si había un ministro extraordinario de la Comunión sabían que iban a comulgar también…
¿Sentiste miedo en alguna ocasión?
Lo cierto es que sí sobre todo porque alguna vez volvía andando a casa, solo, y se me ha hecho de noche… y con poca batería en el móvil o la linterna… No es que me asustase la gente, sino porque a veces los animales salvajes podían llegar allí. Normalmente no pasaba nada, pero una parte importante de la zona que atendíamos está dentro del parque de animales salvajes más grande del país, y en esos sitios ya nos ocupábamos de no exponernos al peligro. De todas formas, a veces sí he tenido un cierto temor, por ir en los transportes que íbamos por aquellos caminos, porque no pudiésemos llegar a un médico si teníamos algún problema serio, por poder agarrar alguna malaria de las malas de allá… Eso, no obstante, no te impide moverte con libertad, claro.
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Tus padres Juan y Fermina, también se «liaron la manta a la cabeza», como decimos por aquí y fueron a pasar «una temporada contigo», a ellos les marcó también aquella realidad y se pusieron a pensar como podrían ayudar. Como fue su estancia alli
Aquello fue una aventura. Una aventura que está marcada por el cariño a su hijo y por saber también cómo estaba, viéndolo con sus propios ojos. La experiencia les marcó mucho, y de hecho ellos me hacen referencia muchas veces a lo que vivieron y se acuerdan de personas y nombre concretos, y me preguntan por ellos incluso ahora. Ellos fueron para estar conmigo y echar una mano, como dices. Su mano ha sido muy importante para mí desde el principio, e hicieron un esfuerzo importante con sus recursos y ayuda de otros familiares y vecinos, especialmente de Hornachos, para ayudarme en la misión. Puedo hacer mención de los muchos paquetes que enviaron con comida, ropa, medicina o lo que fuese para ayudar. Algo curioso es que uno de los paquetes que con tanto cariño prepararon en España, fueron ellos mismos los que lo abrieron conmigo ya estando en Zimbabue. La mayor parte del mes que pasaron allí, solo hablaban conmigo o con algún misionero o misionera de acá, en castellano, o se comunicaban como fuese con la gente que se dirigía a ellos en inglés o alguna lengua local… Creo que se quedaron con varias anécdotas de esto. Les impactó las pobres condiciones en que vivía la gente, su sonrisa, su bondad, su acogida… Fue en el 2014, pero parecía que en aquella parte de la tierra el tiempo se había parado unos decenios atrás. Tuvimos la oportunidad, aunque ellos no habían manifestado interés alguno, para hacer un poco de turismo, y vieron las Cataratas Victoria, algunos animales salvajes en el Parque Nacional de Hwange… Y también disfrutaron de nuestras marchosas o movidas celebraciones cristianas, de un encuentro en las chozas o casa de los Moyo, la familia que me acogió…
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Todo les marcó muchísimo, de tal forma que después, ya aquí, se pusieron a contarlo, y la gente se emocionaba y se emocionaban ellos también al contar lo que vieron y oyeron en aquella experiencia que fue a la vez feliz y dura, por ver cómo está viviendo gente muy normal como nosotros con las poquitas posibilidades que tenían… así que se quedaron con más ganas de ayudar, e incluso con el deseo de volver a Zimbabue…
Aunque desde el principio muchos vecinos le llevaban a tus padres, cosas para enviarte, desde cosas elementales como bolígrafos, cuadernos o medicinas , con su vuelta y la ayuda de otra serie de personas como Domingo Fernández Díaz decidieron crear una Asociación de Ayuda a Nemesio en Zimbawe, la respuesta de los vecinos y vecinas no solamente de Hornachos si no también de otras parroquias de la diócesis fue bruta.
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Contabais esa respuesta máxima?
Yo me enteré realmente, digamos, cuando llegué a España. Ya me decían mis padres lo que estaba pasando. Con Domingo, como señalas, y otras personas cercanas a mis padres, a mí, a la misión, surgió algo que aún ahora cuesta creer que sucediese, partiendo del pueblo de Hornachos y continuando con gentes de un gran corazón. Surge la Asociación Amigos de Nemesio Misionero en Zimbabue, y, en poco tiempo se han apuntado cientos de personas que en metálico o por banco ponían un euro mensual para mi misión. Yo alucinaba, desde allá. No ya eran amigos que me apoyaban, rifas o premios que se destinaban para aquella misión, cuadros para sortear o huchas de pequeños que encontraban su destino en Zimbabue, donaciones de diferentes clases… sino que ¡había una organización con varios cientos de personas ayudando! Era un orgullo, donde yo no había hecho nada por mi parte, sino mis padres y gente muy cercana… ¡Los amigos de Nemesio!. ¡Yo estaba orgulloso por ellos!
Con ese apoyo y esos fondos se ha hecho mucho bien entre aquellas personas, y ha servido de enlace para conseguir otras ayudas, como el gran y permanente apoyo del ayuntamiento del pueblo de Hornachos o el importante y puntual de la Junta de Extremadura. Gentes de distintos credos para ayudar allá, con esas otras ayudas que llegaban de la Archidiócesis emeritense-pacense y de parroquias y Comunidades cristianas diversas, para unirse allí en un proyecto común… y con mi nombre… ¡Cuánto bueno hace el Señor, y qué bueno que nos use como instrumentos, también siendo canales de tantos y tan generosos corazones!
Como empieza a trabajar la Asociación
A ver… Jeje… Me parece que mejor haces otro día una entrevista a Domingo, mi padre, o algunas de las personas que comenzasteis todo esto, y así nos lo contáis o cuentan con pelos y señales (me hace un guiño con el ojo).
Una de las primeras cosas que hizo fue conseguir el dinero para que pudieras comprar un todo terreno con el fín de que esos «desplazamientos a comunidades tan alejadas», te facilitaran el trabajo. Fue fácil conseguir allí ese vehículo?
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También a esto nos podían o podíais responder desde la Asociación. Lo que yo conocí es que por pedirlo a la Junta de Extremadura en nombre de usa asociación con varios cientos de personas, cosa excepcional para cualquier asociación digamos vecinal, la Junta respondió positivamente a la petición que, con mucho acierto e interés por las personas que estaban detrás, se hizo. Y de un 80 por ciento que iban a dar, ¡aquello se convirtió en un 100 por cien!. Como digo, fue todo gracias a esas dos o tres personas que con cariño e inteligentemente movieron los hilos… y se movieron… ¡Vaya que sí!
¡Uy! Que se me olvida… Con el coche hemos llegado a todo, a nivel misión católica allá, y mucha de la distribución de ayuda, digamos humanitaria, se ha llevado a cabo a través de ese trabajo hecho con ese coche, es decir gracias a la Asociación y la Junta de Extremadura. Y no solo lo he usado yo, porque también, por ejemplo, Serafín, lo ha utilizado, haciendo mucho bien. Y es que Serafín es un campeón, con otros compañeros, moviéndose «parriba y pabajo», ayudando a un sinfín de personas y de mil maneras. ¡Uy! Que me enrollo… jiji
Después «fuimos siguiendo tu periplo africano», y cada vez había más y más ayudas con lo que pudiste hacer dispensarios, viviendas, compra de semillas, pozos, escuelas. Hay algo de lo que más satisfecho te sientas de todo lo realizado allí?
A nivel personal, yo diría que, aunque no me haya adaptado del todo, poder hablar con ellos en su lengua, caminar con ellos, comer y dormir en sus chozas, disfrutar celebrando Misa bajo un árbol, administrar una absolución a la sombra de unos arbustos, programar y realizar acciones con ellos, intentar que ellos fuesen realmente los líderes de esa Comunidades, sentirme útil con gente que no tenía nada y que son super-agradecida… Eso me ha ayudado a sentirme bien. Caminar juntos, con muchos problemas, pero comunicándonos y con proyectos comunes, te satisface.
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No hablo de las insatisfacciones, que las hay, y muchas… porque no me has preguntado… y porque, quizás, se desharía mucho de la imagen que se tiene de las misiones y del misionero, que no deja de ser alguien normal…
Cuando empiezas a plantearte «volver de nuevo a Hornachos, a la diócesis», porque me imagino que África «te atrapa»
Mi idea era tener un año sabático, un año para descansar, para estar cerca de mis padres, para tomar distancia, para leer algo… En fin… Me coincidió con la pandemia, entonces se me rompió un poquito el esquema que tenía… Pero fue un año, un año precioso, cuando estuve atendiendo a la Comunidad de Ribera del Fresno y a la vez viviendo con mi padre. Viendo la situación de casa, y como la documentación para volver a Zimbabue se estaba volviendo como una pesadilla, y teniendo en cuenta que solo pensaba estar un par de años más, al final me pareció más oportuno quedarme. Este último año he estado en Madrid, reciclándome, haciendo algunos estudios… y ha sido la oportunidad que el Señor me ha dado para poner en orden mi mente y corazón, y rehacer prioridades… Los primeros meses me sentía muy intranquilo y con muchas cuestiones que no veían fácil solución, pero ahora creo que estoy feliz, sabiendo que mi sitio es éste…
El corazón lo tenías en un sitio y la mente en otro, ¿Qué difícil no Nemesio?
Bueno… No sé… Espero que me centre aquí. De hecho, el capítulo de la Asociación ya se está cerrando, porque ya no sigo en Zimbabue, y se está informando de que ya se pasan las cuotas por última vez este año… En fin: sé que yo no puedo hacer un seguimiento desde aquí a lo que se haga allá. Lo he asumido. Lo que se saque en estos meses, o si alguien pone en la cuenta algún dinero en el 2023, se enviará para allá, donde siguen trabajando Serafín y otros compañeros, para seguir usando lo que desde acá con cariño se envía para los más desfavorecidos de allá.
No obstante, contestando a lo que hay en mente y corazón, seguiré usando el número de Zimbabue, con WhatsApp, para no perder el contacto con la gente que durante todos estos años ha formado y sigue formando parte de mi vida. Aún tengo por lo menos un viajecito pendiente para dar una vuelta…
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Que te espera en los próximos meses porque ya hemos anunciado que tomas posesión de las parroquias de Oliva de Mérida, Palomas y Puebla de la Reina. Por una lado también mas «tranquilo de estar cerca de tus padres», que cada día son más mayores y necesitan tenerte «cerca».
Pues queda ahora mismo ganas de trabajar, con mi gente de acá, con un deseo grande de respetar el paso de la gente, caminando con ella… pero a la vez, intentando favorecer los cambios que reclama este mundo. Si se me permite una pequeña crítica, podría decir que desde que salí de esta diócesis, archidiócesis ahora, veo que hay una cierta continuidad muy marcada por un estilo de ser cristiano que para muchos no pasa de ser una costumbre social y poco implicada en transformar la vida, y un cierto clericalismo que impide a la gente crecer y tomar la responsabilidad que tiene… No sé cómo, ahora, pero confío en que, digamos, desde una fe más operativa seguiremos intentando clarificar la postura cristiana, trabajando codo con codo con otras personas no creyentes por hacer cosas que sirvan para el bien común… De todas formas, espero que estas comunidades, y un servidor formando parte de ellas, dejemos que el Espíritu, el Espíritu Santo quiero decir, nos guíe y sea el motor de cualquier cambio…
Y a mis padres… Pues bien cerca me ha permitido Don Celso, el arzobispo, que viva… Así que todos estamos más tranquilos… jejeje.
Que queda del «FATHER MOYO», que ha estado 23 años en el corazón del África austral Y tu mensaje a tus paisanos cual sería en estos momentos
Queda mucho de agradecimiento, a Dios, a la vida… a mis padres y resto de familia… a las personas y comunidades que me han dado tanto acá y allá… a mi pueblo y otros… y a otras personas que desde las plegarias en un convento o la aportación de unos euros sacados de una sencilla pensión de jubilado, o lo que sea, incluido todo el trabajo bien hecho desde la asociación… ¡Muchas gracias! ¡Gracias, con mayúsculas!
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Dios quiera que lo que habéis intentado enseñarme en todos estos años lo sepa utilizar para bien de las comunidades donde estoy, de mis padres, de mi pueblo y del sitio donde esté.
Y a mi pueblo… Bueno, ya he dicho: ¡Gracias!. Podemos seguir compartiendo, claro, lo que hemos recibido unos y otros… ¡Compartamos!. «Lingadinwa, lakusasa», que en castellano se traduciría por «No os canséis de hacer el bien»… A ver, tendría que decir «Singadinwa, lakusasa», o sea no nos cansemos de hacer el bien…
¿ Algo más ?
Los misioneros salen de nuestras casas, de nuestros pueblos. Hay que salir. Y yo pregunto, os pregunto, sacando de la Biblia un texto de Isaías, capítulo 6, versículo 8: «¿A quién enviaré? ¿Quién irá por mí?»
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